«El asombro ante las obras que Dios realiza: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí», es el tema del Mensaje del Papa Francisco para la XXV Jornada Mundial del Enfermo 2017, que se celebrará el próximo 11 de febrero, en la fiesta de la Virgen de Lourdes.
En su Mensaje, el Santo Padre recuerda que, esta Jornada fue instituida por su predecesor san Juan Pablo II, en 1992, y celebrada por primera vez precisamente en Lourdes el 11 de febrero de 1993. Esta Jornada, afirma el Pontífice, «constituye una ocasión para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los que sufren en general; y, al mismo tiempo, es una llamada dirigida a los que se entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de acompañar a los hermanos enfermos».
Además, señala el Papa, esta celebración renueva en la Iglesia la fuerza espiritual para realizar de la mejor manera posible esa parte esencial de su misión que incluye el servicio a los últimos, a los enfermos, a los que sufren, a los excluidos y marginados. En este sentido, los encuentros de oración, las liturgias eucarísticas y la unción de los enfermos, la convivencia con los enfermos y las reflexiones sobre temas de bioética y teológico-pastorales que se celebrarán en aquellos días en Lourdes, darán una aportación nueva e importante a ese servicio.
Es por ello, que el Papa Francisco, uniéndose ya desde ahora espiritualmente a todos los enfermos, «desea expresar su cercanía a todos los que viven la experiencia del sufrimiento, y a sus familias; así como mi agradecimiento – agrega el Pontífice – a todos los que, según sus distintas ocupaciones y en todos los centros de salud repartidos por todo el mundo, trabajan con competencia, responsabilidad y dedicación para su alivio, su salud y su bienestar diario». Me gustaría animar a todos los enfermos, agrega el Papa, a las personas que sufren, a los médicos, enfermeras, familiares y a los voluntarios a que vean en María, Salud de los enfermos, a aquella que es para todos los seres humanos garante de la ternura del amor de Dios y modelo de abandono a su voluntad.
Mencionando a santa Bernadette, como la humilde muchacha de Lourdes que miraba a la Virgen, como se mira a una persona, el Vicario de Cristo precisó que, «estas sencillas palabras describen la plenitud de una relación y esto nos recuerda que cada paciente es y será siempre un ser humano, y debe ser tratado en consecuencia. Los enfermos, como las personas que tienen una discapacidad incluso muy grave – afirma el Papa – tienen una dignidad inalienable y una misión en la vida y nunca se convierten en simples objetos, aunque a veces puedan parecer meramente pasivos, pero en realidad nunca es así». El hecho de que la hermosa Señora le pida que rece por los pecadores, señala el Pontífice, nos recuerda que los enfermos, los que sufren, no sólo llevan consigo el deseo de curarse, sino también el de vivir la propia vida de modo cristiano, llegando a darla como verdaderos discípulos misioneros de Cristo.
«Pidamos pues a la Inmaculada Concepción – alienta el Papa Francisco – la gracia de saber siempre ver al enfermo como a una persona que, ciertamente, necesita ayuda, a veces incluso para las cosas más básicas, pero que también lleva consigo un don que compartir con los demás». La mirada de María, Consoladora de los afligidos, recuerda el Obispo de Roma, ilumina el rostro de la Iglesia en su compromiso diario en favor de los necesitados y los que sufren. Los frutos maravillosos de esta solicitud de la Iglesia hacia el mundo del sufrimiento y la enfermedad son motivo de agradecimiento al Señor Jesús, que se hizo solidario con nosotros, en obediencia a la voluntad del Padre y hasta la muerte en la cruz, para que la humanidad fuera redimida.
Con motivo de la XXV Jornada Mundial del Enfermo, renuevo, con mi oración y mi aliento, agrega el Papa, mi cercanía a los médicos, a los enfermeros, a los voluntarios y a todos los consagrados y consagradas que se dedican a servir a los enfermos y necesitados; a las instituciones eclesiales y civiles que trabajan en este ámbito; y a las familias que cuidan con amor a sus familiares enfermos. «Deseo que todos sean siempre signos gozosos de la presencia y el amor de Dios, señala el Pontífice, imitando el testimonio resplandeciente de tantos amigos y amigas de Dios, entre los que menciono a san Juan de Dios y a san Camilo de Lelis, patronos de los hospitales y de los agentes sanitarios, y a la santa Madre Teresa de Calcuta, misionera de la ternura de Dios»
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