miércoles, 14 de noviembre de 2018

El Reino de Dios ya está entre vosotros.



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1.- Oración introductoria.
Hoy, Señor, quiero que mi mirada coincida con la tuya: haz que no me fije en los grandes y poderosos de este mundo sino en los pequeños y sencillos: en esos pastorcitos que guardan el ganado cuando Tú naces en una cueva; en esos niños que tienen unos pocos panes y unos pececillos cuando das de comer a la gente hambrienta en el desierto; en esa pobre viuda que echa en el cepillo del templo las dos moneditas que le quedaban. Haz, Señor, que descubra el valor de lo pequeño.

2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 17, 20-25
En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo llegaría el Reino de Dios, Jesús les respondió: El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: “Vedlo aquí o allá”, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros. Dijo a sus discípulos: Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: “Vedlo aquí, vedlo allá.” No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación.

3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión.
El Reino de Dios ocupó el centro de la predicación de Jesús. A él dedicaba su tiempo y sus mejores energías; era el objeto de su ocupación y preocupación. El Reino de Dios, o mejor, el reinado de Dios, era la nueva situación creada por Dios para el hombre, con motivo de la llegada de Jesús al mundo. Algunos esperaban esta venida de un modo espectacular. Pero este Reino “llegó sin dejarse sentir”. No hizo ruido. Y se instaló en silencio en los corazones de las personas de buena voluntad. Desde entonces miles y miles de hombres y mujeres pasan su vida sin destacar en nada; sin recibir un aplauso; sin salir nunca en la prensa. Ellos y ellas van desgranando su vida ordinaria y sencilla en el campo, en un hospital, en el taller, en los oficios de la casa. Estas personas jamás se enfadan ni están tristes, al contrario, ayudan al que lo necesita y todo lo hacen con cariño, con alegría, con ilusión. La razón de ese obrar es muy sencilla: “El reino de Dios ya está entre ellos”. Estos no necesitan milagros para ser santos. Toda su vida ha sido un puro milagro y su fiesta la celebran el día uno de Noviembre.

Palabra del Papa
Nosotros sabemos que la historia tiene un centro: Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado; que está vivo entre nosotros y que tiene una finalidad: el Reino de Dios, Reino de paz, de justicia, de libertad en el amor. Y tiene una fuerza que la mueve hacia aquel fin: es la fuerza del Espíritu Santo. Todos nosotros tenemos el Espíritu Santo que hemos recibido en el bautismo. Y él nos empuja a ir hacia adelante en el camino de la vida cristiana, en el camino de la historia, hacia el Reino de Dios. Este Espíritu es la potencia del amor que ha fecundado el seno de la Virgen María; y es el mismo que anima los proyectos y las obras de todos los constructores de paz. Donde hay un hombre constructor de paz, es exactamente el Espíritu Santo quien ayuda y lo empuja a hacer la paz» (S.S. Francisco, 1 de enero de 2014).

4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio ya meditado. (Guardo silencio)

5.-Propósito: Haré las cosas ordinarias de este día de modo que sean la mejor expresión de que el Reino de Dios ya ha llegado a mi corazón.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, hoy te quiero agradecer el haber caído en la cuenta de que Tú no eres para mí un ser extraño, que habitas en parajes lejanos. Estas a mi lado, es más, estás dentro de mi propio corazón. Ahí has instalado tu Reino. Desde ahí diriges y orientas mi vida hacia la verdad, la libertad, el amor, la felicidad.
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martes, 13 de noviembre de 2018

14 de noviembre de 2018. Los otros nueve, ¿dónde están?

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1.- Oración introductoria.
Señor, hoy me inquieta una pregunta que Tú formulas en el evangelio: Y los otros nueve ¿dónde están? ¿Dónde están tantos que antes eran cercanos a la Iglesia y ahora no quieren saber nada de ella? ¿Dónde tantos de aquellos que antes eran creyentes y ahora son ateos? ¿No tendré yo alguna culpa? ¿No habré vivido mi fe sin compromiso serio con el hombre?

2.- Lectura reposada del evangelio Lucas 17, 11-19
En aquel tiempo, yendo Jesús de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: Id y presentaos a los sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: ¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado.
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3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
En este evangelio nos llama poderosamente la atención el hecho de que sea precisamente el samaritano, el que vive al margen de la ley judía, el único que venga a dar gracias al Señor. Los nueve leprosos judíos se limitan a ir a los sacerdotes, como mandaba la ley (Lev. 13,39). En cambio el samaritano se deja conducir por la ley natural, la que le dicta el corazón, es decir, la ley del agradecimiento. La consecuencia es clara: la religión mal entendida puede llegar a deshumanizarnos. No olvidemos que Jesús se hizo Hombre. Dios elevó, potenció y enriqueció todo lo humano. Es el hombre el camino normal para ir a Dios. Cuando esto no lo tenemos en cuenta, puede ocurrir que las leyes endurezcan el corazón. Hay personas religiosas que son muy violentas, muy criticonas, con cara de pocos amigos, con muy mal genio. Y nos preguntamos: ¿Y todos esos acaban de comulgar? ¿Acaban de comer el pan de la bondad? Jesús pregunta: Y esos otros nueve, ¿dónde están? ¿Dónde están esos cristianos auténticos que han hecho del amor a Dios y el amor al hermano un solo precepto? ¿Es posible que los no cristianos nos den lecciones? ¿Qué hemos hecho del testamento de Jesús que nos manda amarnos como Él nos ha amado?

Palabra del Papa
En los evangelios, algunos reciben la gracia y se van: de los diez leprosos curados por Jesús, solo uno volvió a darle las gracias. Incluso el ciego de Jericó encuentra al Señor mediante la sanación y alaba a Dios. Pero debemos orar con el “valor de la fe”, impulsándonos a pedir también aquello que la oración no se atreve a esperar: es decir, a Dios mismo: Pedimos una gracia, pero no nos atrevemos a decir: ‘Ven Tú a traerla’. Sabemos que una gracia siempre es traída por Él: es Él que viene y nos la da. No demos la mala impresión de tomar la gracia y no reconocer a Aquel que nos la porta, Aquel que nos la da: el Señor. Que el Señor nos conceda la gracia de que Él se dé a nosotros, siempre, en cada gracia. Y que nosotros lo reconozcamos, y que lo alabemos como aquellos enfermos sanados del evangelio. Debido a que, con aquella gracia, hemos encontrado al Señor. (Cf. S.S. Francisco, 10 de octubre de 2013, homilía en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto? (Silencio)

5.- Propósito: Hoy trataré de ver a Dios en el rostro de mi hermano.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, hoy he aprendido a darte gracias a Ti, Señor. Y quiero darte gracias no porque me lo imponga ninguna ley externa sino por la ley del corazón, porque me sale de dentro, porque disfruto agradeciéndote tantas gracias, tantos favores, que me has dado a lo largo de mi vida. Más que darte gracias, quisiera hacer de mi vida “una acción de gracias permanente para Ti”

MISIÓN DIOCESANA EUNTES, 17 DE NOVIEMBRE, ORDEN DE LA PROCESIÓN

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