jueves, 2 de junio de 2022

Bernardita Soubirous

 Todo lo que sabemos de las apariciones y del mensaje de Lourdes nos ha llegado por Bernardita, la única que vio. Todo depende de su testimonio. ¿Quién es Bernardita? Podemos distinguir tres etapas en su vida: los años oscuros de su infancia, una vida “pública” en el tiempo de las apariciones y del tes­timonio y, por último, una vida “oculta” como religiosa en Nevers.

Los años oscuros

Cuando se habla de las aparicio­nes, se suele presentar a Bernardita como una chica pobre, enferma e ignorante que vive miserable­mente en el «Calabozo». Es ver­dad, pero no siempre fue así. Cuando nació en el molino de Boly el 7 de enero de 1844, era la primogénita, la heredera de Francisco Soubirous y Louisa Castérot, casados por amor, cosa no muy frecuente en esa época. Bernardita crece en una familia unida que se ama y donde se reza. Vive diez años de felicidad en esa etapa tan decisiva de la primera infancia, que le darán una solidez y un equi­librio sorprendentes. La miseria que sobreviene no puede acabar con esa riqueza humana. Es ver­dad que a los 14 años Bernardita mide 1,40 m, padece crisis de asma y problemas de estómago, pero ella no es cualquier cosa: es una autén­tica bigurdana cap bourrut, «cabe­za dura», parecida a las piedras de las canteras de Lourdes. Tiene una naturaleza viva, espontánea, tenaz, de réplica fácil -como comproba­rá el propio Jacomet-, incapaz de dobleces. Tiene amor propio, co­sa que no se le escapa a la madre Vauzou en Nevers: «Carácter rígi­do. Muy susceptible». Bernardita se aflige por sus defectos y los combate enérgicamente. Así pues, una personalidad fuerte, pero sin cultura. Nada de colegio: había que trabajar en la taberna de la tía Bernarda. Nada de catecis­mo: su memoria rebelde no rete­nía las fórmulas abstractas. A los 14 años no sabía leer ni escribir, y se siente excluida, como se diría hoy. Entonces reacciona: en sep­tiembre de 1857 la envían a Bar­très, y vuelve a Lourdes el 21 de enero de 1858: quiere hacer la pri­mera comunión, cosa que ocurre el 13 de junio.

La vida «pública” 

Corresponde a la época de las apariciones. En sus ocupaciones cotidianas, como ir a buscar leña, Bernardita se encuentra cara a cara con el misterio. Un ruido «como una ráfaga de viento», una luz, una presencia. ¿Cómo reacciona? Demostrando sentido común y un dis­cernimiento notables. Creyendo que podía ser una ilusión, pone en mar­cha todos sus recursos humanos: observa, se frota los ojos, intenta comprender. Luego se vuelve hacia sus compañeras para comprobar sus impresiones: «¿No habéis visto nada?». Entonces se dirige a Dios y reza el rosario. Se dirige a la Igle­sia y pide consejo en confesión al padre Pomian: «He visto algo blanco que tenia la forma de una Seño­ra». Interrogada por el comisario Jacomet, responde con una seguridad, prudencia y firme­za sorprendentes en una chica sin estudios: «Aquero, no he dicho la Santísima Virgen… Señor, usted me lo ha cambiado todo». Cuenta lo que ha visto con un desparpajo y una li­bertad asombrosos: «Estoy encargada de decírselo, no de hacérselo creer».

Cuenta las apariciones con exactitud, sin añadir ni quitar. Una sola vez, atemorizada por la rudeza de Peyramale (lit. mala piedra), añade: «Señor párroco, la Señora sigue pidiendo la capilla…, ¡aunque sea muy pequeña!». En su carta pasto­ral sobre las apariciones, Mons. Laurence subraya «la sencillez, el candor, la modestia de esta niña… que cuenta todo sin afectación, con una ingenuidad conmovedora… y, a las numerosas preguntas que le hacen, responde sin dudar, de mo­do claro y preciso, con una fuerte convicción». Insensible tanto a las amenazas como a las ofertas de sa­car partido, «la sinceridad de Ber­nardita es incontestable: no ha querido engañar». Pero ¿no se esta­rá engañando ella misma, victima de una alucinación?, se pregunta el obispo.

Entonces apela a la calma de Bernardita, a su sentido común, a la ausencia de exaltación y a que las apariciones no dependen de Bernardita, pues han ocurrido sin que ella las esperase: durante la quincena, dos días acudió a la Gru­ta sin que la Señora apareciese.

Para llegar a estas conclusiones, Ber­nardita ha tenido que responder a curiosos, admiradores, periodistas y otros, y comparecer ante comisiones de investigación civiles y religiosas. Arrancada del anonimato, se ve pro­yectada al primer plano de la actua­lidad, victima de una «tempestad mediática». Podemos imaginar la paciencia, el equilibrio y el humor necesarios para resistir y preservar la pureza de su testimonio. No acep­ta regalos: «Quiero seguir pobre». No bendice los rosarios que le pre­sentan: «No llevo estola». Ni vende medallas: «No soy comerciante». Y ante las imágenes a diez perras que la representan, exclama: «¡Diez pe­rras, eso es lo que valgo!». En estas condiciones la vida en el Calabozo se vuelve imposible: hay que protegerla. El párroco Peyra­male y el alcalde Lacadé acuerdan que Bernardita sea admitida como «enferma indigente» en el Hospi­cio de las Hermanas de Nevers, al que llega el 15 de julio de 1860. Con 16 años aprende a leer y a es­cribir. Aún hoy se pueden ver en la iglesia de Bartrès los «palotes» trazados por su mano. Posterior­mente escribe a menudo a su fami­lia por un bautizo, una primera co­munión o un funeral; ¡escribe incluso, al Papa! Visita a sus pa­dres, que han vuelto a la «casa pa­terna»; cuida enfermos, pero ante todo busca su camino: si no sirve para nada ni tiene dote, ¿cómo ser religiosa? Al final entra en las Her­manas de Nevers «porque no me han obligado a ello». Desde enton­ces en su interior se impone una verdad: «Mi misión en Lourdes ya ha terminado». Como Juan Bautis­ta ante Jesús, debe desaparecer pa­ra hacer sitio a María.

La vida “oculta” en Nevers

Ella misma usa esta expresión: «He venido aquí para ocultarme». En Lourdes era Bernardita, la vi­dente; en Nevers se convierte en la hermana Marie-Bernard, la san­ta. A menudo se ha hablado de la severidad de sus superioras con ella, pero hay que comprender que Bernardita era un caso espe­cial: había que apartarla de la cu­riosidad, protegerla y proteger la Congregación. Bernardita relata las apariciones a la comunidad, reunida al día siguiente de su lle­gada; luego ya no podrá hablar. La dejan en la casa madre, aunque le hubiera gustado cuidar enfermos en otro lugar. El día de su profe­sión, no hay ninguna ocupación prevista para ella. Entonces el obispo, inspirado, le encomienda «el trabajo de orar». «Rece por los pecadores», le había dicho la Se­ñora. Y lo cumple. «Mis armas son la oración y el sacrificio», le escribe al Papa. La enfermedad la convierte en una columna de la enfermería. Y luego están las in­terminables sesiones de locutorio: «Estos pobres obispos harían me­jor quedándose en su casa». Lour­des está muy lejos… ¿Volver a la Gruta? ¡Nunca!, «Dejarían a la Santísima Virgen para seguirme». Pe­ro todos los días va allí en peregrinación espiritual.

No habla de Lourdes; lo vive. «Us­ted debe ser la primera en vivir el mensaje», le dice el padre Douce, su confesor. De hecho, después de ser ayudante de enfermería, entra poco a poco en la condición de en­ferma, lo que convierte en «su ta­rea» al aceptar, con un perfecto ac­to de amor, todas las cruces por los pecadores: «Después de todo, son nuestros hermanos». En las largas noches de insomnio, unién­dose a las misas que se celebran en todo el mundo, se ofrece como una «crucificada viviente» en el enorme combate entre las tinieblas y la luz, asociada con María al misterio de la Redención y con los ojos fijos en el Crucifijo: «De ahí saco mi fuerza».

Muere en Nevers el 16 de abril de 1879 a la edad de 35 años. La Iglesia la proclamó santa el 8 de diciembre de 1933, no por haber sido favorecida por las apariciones, sino por el modo en que respondió.

ORACIÓN DE LA MAÑANA

 


  ORACIÓN DE LA MAÑANA

Canto:

Alegre la mañana que nos habla de Ti.

Alegre la mañana. (Bis)

 

1. En nombre de Dios Padre, del Hijo y del Espíritu

salimos de la noche y estrenamos la aurora;

saludamos el gozo de la luz que nos llega resucitada

y resucitadora.

 

Salmo 117

1. Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

2. Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia.

1. Diga la casa de Aarón:

eterna es su misericordia:

2. Digan los fieles del Señor:lourdes basilica

eterna es su misericordia.

1. En el peligro grité al Señor,

y me escuchó poniéndome a salvo.

2. El Señor está conmigo: no temo;

¿qué podrá hacerme el hombre?

El Señor esta conmigo y me auxilia,

veré la derrota de mis adversarios.

1. Mejor es refugiarse en el Señor

que fiarse de los hombres,

mejor es refugiarse en el Señor

que fiarse de los jefes.

2. Gloria al Padre...

 

 

 

 

Lectura:

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? En todo este vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado ( Romanos 8, 35,37)

 

PRECES

Oremos a Dios para que nuestra vida sea siempre un canto de alabanza a su bondad: Danos tu vida, Señor.

 

1. Que la lámpara de la Iglesia permanezca encendida y en alto para que

sean muchos los que se acerquen a la fe. Oremos

2. Cuida a las madres que están embarazadas. Oremos.

3. Protege a los huérfanos y a las viudas. Oremos.

4. No abandones a los que cuidan de los enfermos y a los que atienden a los    

pobres. Oremos.

5. Que los emigrantes y los refugiados sean tratados con forme a su  

dignidad de personas. Oremos.

6. Que a lo largo de esta peregrinación a Lourdes alabemos tu nombre.

Oremos.

 

Padre nuestro...

 

ORACIÓN FINAL

 

Oh Dios, tu que has preparado en el Corazón de la Virgen María una digna morada al Espíritu Santo, haz que nosotros, por intercesión de Ntra. Sra. de Lourdes, lleguemos a ser templos dignos de tu gloria.

 


ADORACIÓN EUCARÍSTICA EXPOSICIÓN Y BENDICIÓN DE LOS ENFERMOS

                                   

ORACIÓN

Bernardita, durante mucho tiempo buscaste adónde te llamaba el Señor.

Rezaste. Escuchaste. Confiaste. Estabas segura de que el Señor te iluminaría.

Te pusiste totalmente en las manos de Dios. Como María que te había hecho su confidente.

Bernardita, Inspírame tu confianza, tu generosidad y tu paciencia.

Señor, ilumíname en mi camino y dame la fuerza de decir «sí» cuando oigo tus llamadas.

Bernardita, tú deseabas intensamente la Eucaristía. Hiciste todo lo posible para poder, finalmente, recibir el Cuerpo del Cristo.

Te gustaba adorar al Santísimo Sacramento, para unir tu vida a la ofrenda de Jesús, el Salvador. Como María, la Mujer eucarística.

Bernardita, Inspírame tu hambre de la Eucaristía, alimento, presencia y ofrenda de amor.

Señor, Tú nos has dado a tu Hijo, el Pan vivo y eterno. Que su Eucaristía transforme mi vida en una per­petua acción de gracias.

Bernardita, a ti siempre te gustó servir a los demás.

El 11 de febrero, la Virgen se te apareció cuando habías ido a buscar leña.

Con las Hermanas, aprendiste a cuidar a los enfermos y a los internos del hospicio.

Más tarde, en Nevers, fuiste una excelente enfermera, animada por una caridad inteligente y servicial.

 

Como María, que vio las necesidades de una familia, en Caná. Bernardita,

Inspírame tu generosidad y tu fe para servir a Cristo en sus miembros que sufren.

Señor, tú nos has dado hermanos a los que amar.

Que mis ojos, mis brazos y mi corazón estén abiertos a todos los que pones en nuestro camino.

Bernardita, tu fe creció en la Iglesia. La Iglesia era tu familia, tu parroquia, tu comunidad religiosa.

Valerosamente, fuiste a decir a los sacerdotes que organizaran una procesión y construyeran una capilla.

Después de cumplir tu misión, te retiraste en silencio y humildad.

Como María, presente el día de Pentecostés, y silenciosa hasta su entrada en el cielo,

Bernardita, Inspírame tu amor a la Iglesia: que confíe en ella y sea en ella piedra viva.

Señor, tú das a cada uno un sitio en tu Iglesia. Haz que responda a mi vocación con la misma sencillez y la misma generosidad que María y Bernardita.

¡Amen!

CANTEMOS AL AMOR DE LOS AMORES

Mientras tanto, arrodillado, el ministro inciensa el Santísimo Sacramento, si la exposición se hizo con la custodia.

V. Les diste pan del cielo. (T.P. Aleluya).
R. Que contiene en sí todo deleite. (T.P. Aleluya).

Luego se pone en pie y dice:

Oremos.
Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.  Amén

                                                     

¡AVE, AVE, AVE MARÍA!

¡AVE, AVE, AVE MARÍA!

1. DEL CIELO HA BAJADO LA MADRE DE DIOS

CANTEMOS EL AVE A SU CONCEPCIÓN

  

BENDICIÓN E IMPOSICIÓN DE LA MEDALLA DE LA HOSPITALIDAD DE NTRA. SRA. DE LOURDES

 

En el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo.   

Amén. 

Después el celebrante saluda a los presentes, diciendo: 

La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre,
de quien, por el hijo nacido de la Virgen,
proceden todos los bienes,
estén con vosotros. 

Y con tu espíritu. 

 

A continuación el celebrante prepara a los presentes para celebrar el rito con estas palabras: 

Dios se sirve de signos humildes para manifestar su gran misericordia para con nosotros.  También el hombre con signos humildes manifiesta su agradecimiento, y expresa la volun­tad de servir a Dios en  el hermano enfermo y el compromiso de mantenerse fiel toda la vida a la Consagración Bautismal. 

Opción:

 

1.      Esta Medalla como Auxiliar manifiesta una voluntad especial de participar del espíritu de la Hospitalidad de Ntra. Sra. de Lourdes, prestando sus servicios en las Peregrinaciones Diocesanas a Lourdes con enfermos.  

 

2.      Esta Medalla como Titular manifiesta una voluntad especial de seguir participando del espíritu de la Hospitalidad de Ntra. Sra. de Lourdes, prestando sus servicios en la Peregrinación Diocesana a Lourdes con enfermos, y consagrándose a Cristo por manos de María, para ayudar y asistir a los enfermos tanto en la Peregrinación Diocesana a Lourdes con enfermos, como en su vivir cotidiano y trabajar en alivio de los que sufren.

 

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

1. Apoc 11,19-12,1.5.14a.15-17: «Apareció una figura portentosa en el cielo».  En aquellos días: Se abrió el Santuario de Dios en el cielo

2. Jn 2:1-11: «Así en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos». En aquel tiempo:  Había una boda en Caná de Galilea

Después el celebrante dice una homilía, ilustrando el sentido de la celebración.

 

PRECES

Ya que la Medalla  se considera justamente como un signo excelente de nuestra devoción a la Virgen María, invoquemos al Señor, por intercesión de Ntra. Sra. de Lourdes, diciendo:

1.      Padre misericordioso, que por los méritos de la redención de tu Hijo Unigénito, preservaste a su Madre María, de toda mancha de pecado, guárdanos limpios del pecado.  R/.

 

 

2.      Tú que elegiste felizmente a María, obediente a tu palabra, para asociarla a la Redención, concede, a tu Iglesia que, por la intercesión de la bienaventurada Virgen, reciba abun­dantemente los frutos de la Redención.  R/.

 

3.      Tú que de manera admirable concediste a la Virgen María la plenitud de gracia, uniéndola estrechamente a Cristo tu Hijo, concédenos sentirla continuamente como abogada de la gracia.  R/.

 

 

4.      Tú que quisiste darnos en la Virgen María un modelo perfecto del seguimiento de   Cristo, haz que esforcemos con eficacia por convertir en vida nuestra los misterios de la sal­vación.  R/.

 

5.      Tú que enseñaste a la Virgen María a guardar todos tus palabras en su corazón, haz  que , siguiendo su ejemplo, recibamos con fe las palabras de tu Hijo y las llevemos a la práctica.  R/.

 

6.      Tú que enviaste el Espíritu Santo a tus Apóstoles, mientras oraban con María, la    Madre de Jesús, concédenos que, perseverando in la oración, no sólo vivamos según el Espíritu, sino que obremos también según el Espíritu.  R/

 

Padre nuestro…

BENDICIÓN DE LA MEDALLA

El celebrante añade entonces con las manos extendidas: 

Dios  misericordioso,
que mediante las diversas apariciones de María Inmaculada,
has realizado siempre en nuestro mundo
cosas maravillosas para la salvación de los hombres: 
concede, benigno, tu + bendición a esta  Medalla,
a fin de quienes la(s) honren con piedad y la(s) lleven con devoción, 
experimenten su protección y consigan tu misericordia. 

R/. Amen.

 

IMPOSICION DE LA MEDALLA

 

Recibe esta santa Medalla,
llévala fielmente
y hónrala con digna veneración,
para que Ntra. Sra. de Lourdes
te proteja, te defienda,
y renovando los milagros de su piedad,
te alcance misericordiosamente
lo que pides a Dios,
a fin de que en vida y en muerte
descanses felizmente
en sus brazos maternales.   Amén

 

 

LA VIRGEN MARÍA, SALUD DE LOS ENFERMOS


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antífona de entrada Cf. Sal 34 (35), 3; Jon 2, 3

Yo soy la salvación del pueblo. Cuando me llamen desde el peligro, yo les escucharé.

 

Oración colecta

 

Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo, y por la intercesión de santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

Oración sobre las ofrendas

 

Señor, escucha las plegarias y recibe las ofrendas que te presentan los fieles en honor de santa María, siempre Virgen; que sean agradables a tus ojos y atraigan sobre el pueblo tu protección y tu auxilio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Oración después de la comunión

 

Hemos recibido gozosos, Señor, el sacramento que nos salva, el Cuerpo y la Sangre de tu Unigénito, en la celebración de su Madre, la bienaventurada Virgen María; que él nos conceda los dones de la vida temporal y de la eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

PRIMERA LECTURA

 

Él soportó nuestros sufrimientos

 

Lectura del libro del profeta Isaías 53, 1-15. 7-10

¿Quién creyó nuestro anuncio?,

¿a quién se reveló el brazo del Señor?

Creció en su presencia como brote,

como raíz en tierra árida,

sin figura, sin belleza.

Lo vimos sin aspecto atrayente,

despreciado y evitado de los hombres,

como un hombre de dolores,

acostumbrado a sufrimientos,

ante el cual se ocultan los rostros,

despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos

y aguantó nuestros dolores;

nosotros lo estimamos leproso,

herido de Dios y humillado;

pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,

triturado por nuestros crímenes.

Nuestro castigo saludable cayó sobre él,

sus cicatrices nos curaron.

Maltratado, voluntariamente se humillaba

y no abría la boca;

como cordero llevado al matadero,

como oveja ante el esquilador,

enmudecía y no abría la boca.

Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,

¿quien meditó en su destino?

Lo arrancaron de la tierra de los vivos,

por los pecados de mi pueblo lo hirieron.

Le dieron sepultura con los malvados,

y una tumba con los malhechores,

aunque no había cometido crímenes

ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,

y entregar su vida como expiación;

verá su descendencia, prolongará sus años,

lo que el Señor quiere prosperará por su mano.

Palabra de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Salmo responsorial Sal 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 10 (R.: 1a. 3a)

R. Bendice, alma mía, al Señor; él cura todas tus enfermedades.

 

Bendice, alma mía, al Señor

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor

y no olvides sus beneficios. R.

 

Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;

él rescata tu vida de la fosa

y te colma de gracia y de ternura. R.

 

El Señor hace justicia

y defiende a todos los oprimidos;

enseñó sus caminos a Moisés

y sus hazañas a loa hijos de Israel. R.

 

El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia;

no nos trata como merecen nuestro pecados

ni nos paga según nuestras culpas. R.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aleluya Cf. Lc 1, 45

Dichosa tú, Virgen María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

 

EVANGELIO

 

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

 

+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

–«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de m¡ Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

María dijo:

— «Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

–como lo había prometido a nuestros padres–

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

 

Palabra del Señor.

 

 

 

 

 

 

 

 

TEMA PASTORAL DEL SANTUARIO DE LOURDES 2024 (5. EL REGRESO DE LOURDES. UN CAMINO DE ESPERANZA)

                               5.        El regreso de Lourdes Un camino de esperanza   La peregrinación es un tiempo de...