jueves, 2 de junio de 2022

LA VIRGEN MARÍA, SALUD DE LOS ENFERMOS


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antífona de entrada Cf. Sal 34 (35), 3; Jon 2, 3

Yo soy la salvación del pueblo. Cuando me llamen desde el peligro, yo les escucharé.

 

Oración colecta

 

Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo, y por la intercesión de santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

Oración sobre las ofrendas

 

Señor, escucha las plegarias y recibe las ofrendas que te presentan los fieles en honor de santa María, siempre Virgen; que sean agradables a tus ojos y atraigan sobre el pueblo tu protección y tu auxilio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Oración después de la comunión

 

Hemos recibido gozosos, Señor, el sacramento que nos salva, el Cuerpo y la Sangre de tu Unigénito, en la celebración de su Madre, la bienaventurada Virgen María; que él nos conceda los dones de la vida temporal y de la eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

PRIMERA LECTURA

 

Él soportó nuestros sufrimientos

 

Lectura del libro del profeta Isaías 53, 1-15. 7-10

¿Quién creyó nuestro anuncio?,

¿a quién se reveló el brazo del Señor?

Creció en su presencia como brote,

como raíz en tierra árida,

sin figura, sin belleza.

Lo vimos sin aspecto atrayente,

despreciado y evitado de los hombres,

como un hombre de dolores,

acostumbrado a sufrimientos,

ante el cual se ocultan los rostros,

despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos

y aguantó nuestros dolores;

nosotros lo estimamos leproso,

herido de Dios y humillado;

pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,

triturado por nuestros crímenes.

Nuestro castigo saludable cayó sobre él,

sus cicatrices nos curaron.

Maltratado, voluntariamente se humillaba

y no abría la boca;

como cordero llevado al matadero,

como oveja ante el esquilador,

enmudecía y no abría la boca.

Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,

¿quien meditó en su destino?

Lo arrancaron de la tierra de los vivos,

por los pecados de mi pueblo lo hirieron.

Le dieron sepultura con los malvados,

y una tumba con los malhechores,

aunque no había cometido crímenes

ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,

y entregar su vida como expiación;

verá su descendencia, prolongará sus años,

lo que el Señor quiere prosperará por su mano.

Palabra de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Salmo responsorial Sal 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 10 (R.: 1a. 3a)

R. Bendice, alma mía, al Señor; él cura todas tus enfermedades.

 

Bendice, alma mía, al Señor

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor

y no olvides sus beneficios. R.

 

Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;

él rescata tu vida de la fosa

y te colma de gracia y de ternura. R.

 

El Señor hace justicia

y defiende a todos los oprimidos;

enseñó sus caminos a Moisés

y sus hazañas a loa hijos de Israel. R.

 

El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia;

no nos trata como merecen nuestro pecados

ni nos paga según nuestras culpas. R.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aleluya Cf. Lc 1, 45

Dichosa tú, Virgen María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

 

EVANGELIO

 

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

 

+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

–«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de m¡ Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»

María dijo:

— «Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

–como lo había prometido a nuestros padres–

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

 

Palabra del Señor.

 

 

 

 

 

 

 

 

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