jueves, 2 de junio de 2022

Celebración de la Consolación (en las grutas de Espelugues)

Lourdes en 2017 desearía hacernos cantar el Magníficat de la esperanza. Con María y Bernardita aprendemos a tener confianza en el Señor de la vida, a través mismo del barro que ensucia el alma de los pecadores que somos todos nosotros. La gruta de la Consolación ha sido creada para ayudar especialmente a los padres que han perdido un hijo antes de su nacimiento, un hijo que no ha podido ser sepultado e incluso a veces al que no se ha podido dar un nombre: en este lugar se le puede dar un nombre. El Señor nos recuerda a todos que en nuestro mundo, atacado violentamente por las fuerzas de la muerte, va a proponer lugares de Consuelo y Esperanza. Mientras que la vida se encuentra amenazada desde su origen, desde el seno materno, el Dios de los vivos no permite que la muerte triunfe en nuestra existencia.

 San Juan Pablo II nos escribía en su carta sobre El Evangelio de la Vida (§ 99): «Una reflexión especial quisiera tener para vosotras, mujeres que habéis recurrido al aborto. La Iglesia sabe cuántos condicionamientos pueden haber influido en vuestra decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de una decisión dolorosa e incluso dramática. Probablemente la herida aún no ha cicatrizado en vuestro interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente injusto. Sin embargo, no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad. Si aún no lo habéis hecho, abríos con humildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la Reconciliación. Podéis confiar con esperanza a vuestro hijo a este mismo Padre y a su misericordia.» 

Si dejamos la mirada del Señor penetrar en nuestro pobre corazón de pecadores, entonces reconoceremos que todos somos capaces de cometer los actos más violentos, las peores complicidades con la muerte. Queremos depositar esas violencias al pie de la Cruz de Jesús, con María Magdalena, la pecadora perdonada, con María Inmaculada, testigo de la Misericordia. Saboreamos las fuentes de la verdadera Vida

Con María Magdalena

 María Magdalena fue una de esas mujeres que acompañó a Jesús durante todo su camino hacia Jerusalén, hasta el pie de la Cruz. Se la suele identificar con esa mujer pecadora que se echó a los pies de Jesús cuando estaba comiendo en la casa de un jefe judío. Ella nos lleva por el camino de la confianza. 

Evangelio de Jesucristo según san Lucas (7, 36-50)

En aquel tiempo un fariseo le rogó a Jesús que comiera con él... Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: “Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora”. [...] Volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.” [...] Él dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado. Vete en paz”. PALABRA DEL SEÑOR

Con María, Madre de Jesús

 María Magdalena, la pecadora perdonada, nos lleva hasta el pie de la Cruz de Jesús, donde encontramos a la otra María, la Madre, la que llevó en brazos al Niño Jesús y le recibe ahora que está muerto. Es el mundo al revés, el mundo que se vuelve un caos, parece ser que la muerte gana. Pero María, la Madre, es la que siempre recibe la vida y la que la lleva, es la que engendra, incluso al pie de la Cruz. Jesús la confía al discípulo anónimo, a cada uno de nosotros, todos nosotros juntos, su familia, su Iglesia.

Evangelio de Jesucristo según san Juan (19, 25-27) 

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. PALABRA DEL SEÑOR

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