martes, 26 de mayo de 2015

LOS ACTOS DE LA PEREGRINACIÓN. EXPLICACIÓN Y SIGNIFICADO


LOS ACTOS DE LA PEREGRINACIÓN

Explicación y significado.

 

CELEBRACIÓN PENITENCIAL

 
Una genuina peregrinación cristiana no es posible sin una actitud profunda de conversión. Por eso, normalmente, el primer acto de nuestra peregrinación diocesana suele ser la celebración del Perdón.

No siempre, pero con frecuencia la raíz de nuestras enfermedades están en nuestros pecados. Purificados del mal que todos tenemos, facilitamos nuestra sanación física e interior. Venir a Lourdes es volver a comenzar una vida nueva en medio de mis hermanos.

El 25 de Febrero de 1858, la Señora dijo a Bernardita “¿No te importaría besar la tierra, andar de rodillas, comer la hierba que está allí, por los pecadores)” “Ve a beber y a lavarte a la fuente”. A Bernardita le costó hacer estos gestos. La tierra estaba sucia, la hierba amarga y el agua era repugnante.

En Lourdes el agua tiene un significado profundo. Nos recuerda el amor de Jesús que da su vida por los pecadores; nos remite a nuestro Bautismo, por el que quedamos constituidos como hijos e hijas de Dios; nos recuerda el Sacramento de la Penitencia, en el que Dios nos ofrece el perdón, la purificación y la reconciliación. Este sentido profundo del agua está escrito en las fuentes “Lavad vuestra cara y rogad a Dios para que purifique vuestros corazones”.

Todos necesitamos la conversión y el perdón del Señor, porque todos estamos enfermos de pecados. Hoy está muy debilitado el sentido del pecado y en muchos se ha perdido totalmente. Sin embargo, el pecado existe y no consiste sólo en una serie de faltas. Son también pecados nuestra complicidad con el mal actual, la incredulidad, la indiferencia, el egoísmo, la violencia, el erotismo, el afán de dinero, el desprecio de los débiles, el despilfarro, el espíritu de dominación...  Uno de los milagros más espectaculares de Lourdes, pero que pasan más desapercibidos, es regresar con un corazón nuevo, lleno de alegría, después de habernos arrepentido de lo que nos impide ser felices: nuestros pecados.

 


LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
 
 

En el Evangelio vemos cómo los enfermos se acercaban a Jesús. Él les hacía recobrar las ganas de vivir, les infundía confianza y fe, y los curaba. El apóstol Santiago, años después de Jesús, escribe a los cristianos: “¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y que oren sobre él, después de ungirlo con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo curará, y si ha cometido pecado, lo perdonará”.

El amor de Dios está siempre muy cercano a los que sufren, muy cercano a los que viven el dolor y la debilidad, muy cercano a los enfermos, sobre todo en Lourdes por la intercesión maternal de la Virgen. El amor de la comunidad, de la Hospitalidad, también debe sentirse cercano en esta celebración de la unción. La comunidad, cada hospitalario, tiene que vivirla, como Jesús, muy cercana a sus hermanos más débiles. Por eso, es un momento para orar todos intensamente para que Jesús de Galilea pase de nuevo entre los enfermos repartiendo vigor y fuerza, confortándoles y llenándoles de su vida.

El Concilio Vaticano II quiso que se llamara a este sacramento “Unción de enfermos” y no ya “Extremaunción”. Este sacramento está destinado a todos los que padecen una enfermedad grave y también a los enfermos crónicos; a los accidentados y a los impedidos; a aquellos que se encuentran seriamente debilitados por los achaques de la vejez. Los niños con menos de siete año no son sujetos del sacramento, aunque estén enfermos. La Iglesia los puede bendecir, con mucho cariño, en esta celebración.

Los dos momentos principales de la celebración de la Unción son la imposición de manos del Obispo y la de los presbíteros, que oran en silencio, y la santa Unción. Esta Unción es el signo visible de Jesucristo que se acerca al enfermo para darle su fuerza con mucha ternura.

 


EL VIA CRUCIS

 
Por caminos serpenteantes y empinados, Lourdes nos invita a estacionarnos en el Vía Crucis, en los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Peregrinar a estas tierras marianas es acompañar a la Virgen Dolorosa en los momentos más duros de su vida; es desentrañar el rico significado de la cruz en nuestras vidas.

Una peregrinación es como un símbolo y un resumen de nuestra vida de creyentes. Venir a Lourdes supone un esfuerzo, un sacrificio, pero también una ilusión y esperanza.

El camino de la Cruz es también el camino de la vida. Está en el centro del misterio de la salvación, porque es la muestra del infinito amor de Dios, que “entregó a su Hijo por nosotros”!.

Un día dijo Santa Bernardita a una compañera de vida religiosa: “Hacer el Vía Crucis es una de mis mejores devociones”. En el camino doloroso encontró ella el secreto para superar las pruebas. En una de sus cartas escribió la vidente de Lourdes: “En la cruz pongo mi fe y de ella saco mi fortaleza... El Señor entrega su corona de espinas a sus amigos”.

Sigamos a Jesús recorriendo el itinerario del dolor y de la cruz que, como nos recuerda el Via Crucis de Lourdes en su última estación, desemboca en alegría y resurrección. Es muy reconfortante recorrer este camino de la montaña de “Les Espelugues” en comunión con la Iglesia y recordando a todos aquellos que, en nuestro mundo de hoy, por sus dolores, enfermedades y muertes, siguen actualizando la pasión y muerte de Jesús.

 


PASO POR LA GRUTA

 

Lourdes es conocido especialmente por su gruta. Cuando llegamos a la Ciudad de María nos encontramos con unos letreros que indican: “La Grotte”: “A la Gruta”. Bernardita solía decir “La Gruta es mi cielo”. En realidad es la ventana por donde se asomó el cielo a la tierra.

En tiempos de las apariciones, el lugar de la Gruta se llamaba “Massabielle”, que significa roca vieja. El gesto más común y repetido de todos los peregrinos que vienen a Lourdes es tocar la roca. Algunos no se contentan sólo con tocarla, sino que la besan y apoyan en ella la frente. Estos gestos nos recuerdan a la hemorroisa, aquella mujer que se acerca a Jesús, por detrás, para tocar al menos la orla de su manto.

Cuando peregrinamos a Lourdes solemos visitar la Gruta, pasar por ella. Es uno de los momentos más entrañables. La palabra “paso” significa “Pascua”. Cristo pasó de la oscuridad de la muerte a la luz y ala gloria de la resurrección y de la vida eterna. Pasar por la Gruta ha de suponer una auténtica Pascua en nuestra vida cristiana.

En la pared de la roca, a unos metros del suelo, pero no muy alto, aparece el corazón de Lourdes. Es la gruta pequeña dentro de la gran gruta que nos ofrece la blanca imagen de la Inmaculada Concepción. La Señora de Massabielle nos recuerda que en este lugar ella se manifestó como un foco de luz suave y alentadora.

En la gruta es muy fácil descubrir el misterio de la Iglesia, representada en las personas que siempre oran en silencio. Son los hijos e hijas venidos de todos los países, algunos incluso de otras religiones, que se postran esperanzados ante la Madre.

 


PROCESIÓN MARIANA (DE ANTORCHAS)



 

El día dos de Marzo de 1.858, durante la decimotercera aparición, la Santísima Virgen pide a Bernardita este encargo: “Que se construya aquí una capilla y que se venga en procesión”.

Ante esta invitación de la Señora, los peregrinos presentes  en Lourdes se reúnen todos los anocheceres y salen en procesión desde la Gruta hacia la explanada del Rosario cantando y rezando, y con una vela encendida en la mano.

En esta inigualable procesión de antorchas, los enfermos y los peregrinos se desplazan lentamente. Su moverse es signo de otra procesión espiritual, que nos hace salir de casa, de nuestras seguridades y comodidades, para ir hacia el lugar donde Dios nos espera. Participar en este desfile procesional es ir gozosos al encuentro del Señor, por el camino de María. Es imitar a Abraham y a la Virgen, modelos de peregrinos. Es el camino que decidimos iniciar cuando decidimos salir de casa, dejando comodidades, abandonando ideas preconcebidas, para escuchar el mensaje de Jesús y de la Señora.

En este desfile de luz, se nos invita a todos a portar un cirio encendido, que nos recuerda aquel otro que nos entregó la Iglesia el día de nuestro bautismo. Aquel día recibimos la luz de Jesús que nos convirtió en luz para los demás: “Vosotros sois la luz del mundo”.

Como ocurrió con los discípulos de Emaús, Jesús se nos hace presente en este desfile de antorchas y nos susurra al oído: “Aunque tu fe vacile y esté a punto de apagarse, aunque te parezca que estoy lejos de ti, aunque te preguntes qué has venido a hacer aquí, Yo te convierto en faro de luz para que ilumines el camino de tus hermanos los hombres. ¡Vamos, ocupa tu lugar en la construcción de mi Iglesia! ¡Te necesito! ¡Sé luz radiante en medio de tanta oscuridad!.

 

 


MISA PONTIFICAL



 

Las mañanas de los miércoles y domingos, Lourdes se convierte en una fiesta. “El pueblo de todas las naciones”, que peregrina a la Ciudad de María, se reúne en la gigantesca Basílica de San Pío X para celebrar la Misa Internacional.

Entre los principales signos de Lourdes está el de la multitud, y este signo se vive y se comprende en esta Eucaristía. En ella se cumplen las palabras del Apocalipsis “Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas” (7,9). Pero a pesar de la multitud diversa, se cumple también en ella lo que dice S. Pablo: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre” (Ef.4,5).

En esta celebración se nos invita a vivir la unidad desde la Eucaristía. Se nos invita a que saludemos a los hermanos, como nos saluda el presidente de la asamblea: “El Señor esté con vosotros”, “la paz con vosotros”.

Varios momentos de esta Misa Pontifical nos hacen recordar la universalidad de la Iglesia. Por ejemplo, el Gloria a Dios en el cielo, el Aleluya, la proclamación del Evangelio en varias lenguas, el credo, la oración de los fieles... . Por la sagrada comunión, sobre todo, somos uno con Cristo y somos uno entre nosotros, sin que la unidad sea confusión. La Misa Pontifical es un momento fuerte de la peregrinación. Por eso, es importante que le demos un profundo sentido teologal.

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