LOS ACTOS DE LA PEREGRINACIÓN
Explicación y significado.
Una genuina
peregrinación cristiana no es posible sin una actitud profunda de conversión.
Por eso, normalmente, el primer acto de nuestra peregrinación diocesana suele ser
la celebración del Perdón.
No siempre,
pero con frecuencia la raíz de nuestras enfermedades están en nuestros pecados.
Purificados del mal que todos tenemos, facilitamos nuestra sanación física e
interior. Venir a Lourdes es volver a comenzar una vida nueva en medio de mis
hermanos.
El 25 de
Febrero de 1858, la Señora dijo a Bernardita “¿No te importaría besar la
tierra, andar de rodillas, comer la hierba que está allí, por los pecadores)”
“Ve a beber y a lavarte a la fuente”. A Bernardita le costó hacer estos gestos.
La tierra estaba sucia, la hierba amarga y el agua era repugnante.
En Lourdes el
agua tiene un significado profundo. Nos recuerda el amor de Jesús que da su
vida por los pecadores; nos remite a nuestro Bautismo, por el que quedamos
constituidos como hijos e hijas de Dios; nos recuerda el Sacramento de la
Penitencia, en el que Dios nos ofrece el perdón, la purificación y la
reconciliación. Este sentido profundo del agua está escrito en las fuentes
“Lavad vuestra cara y rogad a Dios para que purifique vuestros corazones”.
Todos
necesitamos la conversión y el perdón del Señor, porque todos estamos enfermos
de pecados. Hoy está muy debilitado el sentido del pecado y en muchos se ha
perdido totalmente. Sin embargo, el pecado existe y no consiste sólo en una
serie de faltas. Son también pecados nuestra complicidad con el mal actual, la
incredulidad, la indiferencia, el egoísmo, la violencia, el erotismo, el afán
de dinero, el desprecio de los débiles, el despilfarro, el espíritu de
dominación... Uno de los milagros más
espectaculares de Lourdes, pero que pasan más desapercibidos, es regresar con
un corazón nuevo, lleno de alegría, después de habernos arrepentido de lo que
nos impide ser felices: nuestros pecados.
LA UNCIÓN DE
LOS ENFERMOS
En el Evangelio
vemos cómo los enfermos se acercaban a Jesús. Él les hacía recobrar las ganas
de vivir, les infundía confianza y fe, y los curaba. El apóstol Santiago, años
después de Jesús, escribe a los cristianos: “¿Está enfermo alguno de vosotros?
Llame a los presbíteros de la Iglesia, y que oren sobre él, después de ungirlo
con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el
Señor lo curará, y si ha cometido pecado, lo perdonará”.
El amor de Dios
está siempre muy cercano a los que sufren, muy cercano a los que viven el dolor
y la debilidad, muy cercano a los enfermos, sobre todo en Lourdes por la
intercesión maternal de la Virgen. El amor de la comunidad, de la Hospitalidad,
también debe sentirse cercano en esta celebración de la unción. La comunidad,
cada hospitalario, tiene que vivirla, como Jesús, muy cercana a sus hermanos
más débiles. Por eso, es un momento para orar todos intensamente para que Jesús
de Galilea pase de nuevo entre los enfermos repartiendo vigor y fuerza, confortándoles
y llenándoles de su vida.
El Concilio
Vaticano II quiso que se llamara a este sacramento “Unción de enfermos” y no ya
“Extremaunción”. Este sacramento está destinado a todos los que padecen una
enfermedad grave y también a los enfermos crónicos; a los accidentados y a los
impedidos; a aquellos que se encuentran seriamente debilitados por los achaques
de la vejez. Los niños con menos de siete año no son sujetos del sacramento,
aunque estén enfermos. La Iglesia los puede bendecir, con mucho cariño, en esta
celebración.
Los dos
momentos principales de la celebración de la Unción son la imposición de manos
del Obispo y la de los presbíteros, que oran en silencio, y la santa Unción.
Esta Unción es el signo visible de Jesucristo que se acerca al enfermo para
darle su fuerza con mucha ternura.
EL VIA CRUCIS
Por caminos
serpenteantes y empinados, Lourdes nos invita a estacionarnos en el Vía Crucis,
en los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Peregrinar a
estas tierras marianas es acompañar a la Virgen Dolorosa en los momentos más
duros de su vida; es desentrañar el rico significado de la cruz en nuestras
vidas.
Una
peregrinación es como un símbolo y un resumen de nuestra vida de creyentes.
Venir a Lourdes supone un esfuerzo, un sacrificio, pero también una ilusión y
esperanza.
El camino de la
Cruz es también el camino de la vida. Está en el centro del misterio de la
salvación, porque es la muestra del infinito amor de Dios, que “entregó a su
Hijo por nosotros”!.
Un día dijo
Santa Bernardita a una compañera de vida religiosa: “Hacer el Vía Crucis es una
de mis mejores devociones”. En el camino doloroso encontró ella el secreto para
superar las pruebas. En una de sus cartas escribió la vidente de Lourdes: “En
la cruz pongo mi fe y de ella saco mi fortaleza... El Señor entrega su corona
de espinas a sus amigos”.
Sigamos a Jesús
recorriendo el itinerario del dolor y de la cruz que, como nos recuerda el Via
Crucis de Lourdes en su última estación, desemboca en alegría y resurrección.
Es muy reconfortante recorrer este camino de la montaña de “Les Espelugues” en
comunión con la Iglesia y recordando a todos aquellos que, en nuestro mundo de
hoy, por sus dolores, enfermedades y muertes, siguen actualizando la pasión y
muerte de Jesús.
PASO POR LA
GRUTA
Lourdes es
conocido especialmente por su gruta. Cuando llegamos a la Ciudad de María nos
encontramos con unos letreros que indican: “La Grotte”: “A la Gruta”.
Bernardita solía decir “La Gruta es mi cielo”. En realidad es la ventana por
donde se asomó el cielo a la tierra.
En tiempos de
las apariciones, el lugar de la Gruta se llamaba “Massabielle”, que significa
roca vieja. El gesto más común y repetido de todos los peregrinos que vienen a
Lourdes es tocar la roca. Algunos no se contentan sólo con tocarla, sino que la
besan y apoyan en ella la frente. Estos gestos nos recuerdan a la hemorroisa,
aquella mujer que se acerca a Jesús, por detrás, para tocar al menos la orla de
su manto.
Cuando
peregrinamos a Lourdes solemos visitar la Gruta, pasar por ella. Es uno de los
momentos más entrañables. La palabra “paso” significa “Pascua”. Cristo pasó de
la oscuridad de la muerte a la luz y ala gloria de la resurrección y de la vida
eterna. Pasar por la Gruta ha de suponer una auténtica Pascua en nuestra vida
cristiana.
En la pared de
la roca, a unos metros del suelo, pero no muy alto, aparece el corazón de
Lourdes. Es la gruta pequeña dentro de la gran gruta que nos ofrece la blanca
imagen de la Inmaculada Concepción. La Señora de Massabielle nos recuerda que
en este lugar ella se manifestó como un foco de luz suave y alentadora.
En la gruta es
muy fácil descubrir el misterio de la Iglesia, representada en las personas que
siempre oran en silencio. Son los hijos e hijas venidos de todos los países,
algunos incluso de otras religiones, que se postran esperanzados ante la Madre.
PROCESIÓN
MARIANA (DE ANTORCHAS)
El día dos de
Marzo de 1.858, durante la decimotercera aparición, la Santísima Virgen pide a
Bernardita este encargo: “Que se construya aquí una capilla y que se venga en
procesión”.
Ante esta
invitación de la Señora, los peregrinos presentes en Lourdes se reúnen todos los anocheceres y
salen en procesión desde la Gruta hacia la explanada del Rosario cantando y
rezando, y con una vela encendida en la mano.
En esta
inigualable procesión de antorchas, los enfermos y los peregrinos se desplazan
lentamente. Su moverse es signo de otra procesión espiritual, que nos hace
salir de casa, de nuestras seguridades y comodidades, para ir hacia el lugar
donde Dios nos espera. Participar en este desfile procesional es ir gozosos al
encuentro del Señor, por el camino de María. Es imitar a Abraham y a la Virgen,
modelos de peregrinos. Es el camino que decidimos iniciar cuando decidimos
salir de casa, dejando comodidades, abandonando ideas preconcebidas, para
escuchar el mensaje de Jesús y de la Señora.
En este desfile
de luz, se nos invita a todos a portar un cirio encendido, que nos recuerda
aquel otro que nos entregó la Iglesia el día de nuestro bautismo. Aquel día recibimos
la luz de Jesús que nos convirtió en luz para los demás: “Vosotros sois la luz
del mundo”.
Como ocurrió
con los discípulos de Emaús, Jesús se nos hace presente en este desfile de
antorchas y nos susurra al oído: “Aunque tu fe vacile y esté a punto de
apagarse, aunque te parezca que estoy lejos de ti, aunque te preguntes qué has
venido a hacer aquí, Yo te convierto en faro de luz para que ilumines el camino
de tus hermanos los hombres. ¡Vamos, ocupa tu lugar en la construcción de mi
Iglesia! ¡Te necesito! ¡Sé luz radiante en medio de tanta oscuridad!.
MISA PONTIFICAL
Las mañanas de
los miércoles y domingos, Lourdes se convierte en una fiesta. “El pueblo de
todas las naciones”, que peregrina a la Ciudad de María, se reúne en la
gigantesca Basílica de San Pío X para celebrar la Misa Internacional.
Entre los
principales signos de Lourdes está el de la multitud, y este signo se vive y se
comprende en esta Eucaristía. En ella se cumplen las palabras del Apocalipsis
“Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, razas,
pueblos y lenguas” (7,9). Pero a pesar de la multitud diversa, se cumple
también en ella lo que dice S. Pablo: “Un solo Señor, una sola fe, un solo
bautismo, un solo Dios y Padre” (Ef.4,5).
En esta
celebración se nos invita a vivir la unidad desde la Eucaristía. Se nos invita
a que saludemos a los hermanos, como nos saluda el presidente de la asamblea:
“El Señor esté con vosotros”, “la paz con vosotros”.
Varios momentos
de esta Misa Pontifical nos hacen recordar la universalidad de la Iglesia. Por
ejemplo, el Gloria a Dios en el cielo, el Aleluya, la proclamación del
Evangelio en varias lenguas, el credo, la oración de los fieles... . Por la
sagrada comunión, sobre todo, somos uno con Cristo y somos uno entre nosotros,
sin que la unidad sea confusión. La Misa Pontifical es un momento fuerte de la
peregrinación. Por eso, es importante que le demos un profundo sentido
teologal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario