sábado, 24 de febrero de 2024

TEMA PASTORAL DEL SANTUARIO DE LOURDES 2024 (3. PROCESIÓN Y PEREGRIACIÓN. UN CAMINO DE REVELACIÓN)

 

3.    Procesión y peregrinación

Un camino de revelación

 

El camino de Bernardita

La peregrinación consiste, en la mayoría de los casos, en el desplazamiento desde la propia casa hasta un lugar santo.

 

Por tanto, la procesión-peregrinación no puede considerarse fuera de su lugar de convergencia, del lugar al que se va a llegar.

Evocar la peregrinación de Lourdes significa al mismo tiempo:

 

-  El santuario de la Inmaculada Concepción

-  El grupo que va y permanece allí

-  El contenido de la peregrinación que se va a realizar

En Lourdes, quizás más que en ningún otro lugar, la relación que se establece entre las personas es esencial, ya que la característica primordial de la peregrinación a la Gruta de Lourdes es que existe por deseo de la Virgen Inmaculada, expresado el 2 de marzo de 1858:

que se construya aquí una capilla y que se venga en procesión-peregrinación.

¿Por qué una petición tan sencilla y precisa?

Para que todos aquellos a quienes María atraiga a la Gruta puedan prolongar la experiencia de Bernardita. La peregrinación-procesión de Bernardita puede resumirse en tres palabras:

-  Atraída

-  Acompañada

-  Acogida

Nuestros contemporáneos pueden sorprenderse de que Bernardita no tomara la iniciativa y que su actitud pudiera parecer incluso pasiva.

De hecho, el primer rol es el de María: es la Santísima Virgen quien atrae a Bernardita hacia sí.

El segundo rol tampoco es el de Bernardita, sino el de las personas que María eligió para acompañar a la joven desde su casa hasta la Gruta,

donde la Virgen Inmaculada la espera.


El tercer rol es el de otras personas sobre las que María puede contar

para hacer posible y eficaz su encuentro con Bernardita en la Gruta de Lourdes.

De la misma manera que Jesús, María se dirige siempre a la humanidad de cada persona, para que la gracia de la que es dispensadora llegue al corazón de unos

a través de la acción de otros, es decir, de aquellos que acompañan y acogen.

No sólo estas tres realidades que son la atracción, el acompañamiento y la acogida preparan a Bernardita para el encuentro con la Bella Señora de la Gruta, sino que también

nos abren a la esperanza, ya que son la primicia y el fin de la esperanza para Bernardita en el pasado y para todos los que vienen hoy a Lourdes.

Por eso esta meditación para la peregrinación a Lourdes en 2024 va dirigida a los que acompañan y a los que son acompañados,

a los que acogen y a los que son acogidos.

Todos avanzan por un camino que se anuncia como un camino de revelación.

 

La experiencia eclesial

 

Dos observaciones con respecto a los encuentros con Dios y con los demás.

Primera. La atracción, el acompañamiento y la acogida requieren la participación efectiva de ambos protagonistas. De modo que no hay, por un lado, quien hace y, por otro, quien se beneficia de lo que se hace por él. La peregrinación es, pues, una convivencia cuyo fin último es el encuentro con Dios. Y todo encuentro implica olvidarse de uno mismo, dar siempre más importancia al otro que a uno mismo, y expresarlo mediante el don de uno mismo.

Este encuentro, que es la peregrinación, comienza con el encuentro con los demás. Luego se abre al encuentro con la Virgen Inmaculada.

María designa y entrega inmediatamente a su Hijo Jesucristo. Entonces, el Salvador del mundo ofrece al peregrino el don de sí mismo a Dios, su Padre.

Este es el Ser mismo de Jesús:

Que no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22, 42).

Es el ser de la única criatura que dice: Yo soy la Inmaculada Concepción.

Prefiere a su Hijo Jesús antes que a misma y lo expresa con el don total de misma acogiendo en su seno al Hijo de Dios hecho hombre:

Hágase en según tu palabra (Lc 1, 38).

Este es el camino propuesto a Bernardita.

Al recibir la señal de la cruz desde el primer encuentro con la Señora, prefirió a la Madre de Jesús antes que a sí misma,

viviendo así en la esperanza de la vida eterna:


Cueste lo que cueste, siempre debo hablar de mi Madre.

 

La segunda observación concierne la experiencia del peregrino que vuelve sus ojos hacia la Gruta de Lourdes.

Lo que ve le invita a abrir su corazón, a dejarse dilatar, llenar

y ser colmado por la gracia del Espíritu de Dios que le transmite la Virgen Inmaculada.

En la Gruta, a través de la oración, la súplica y la acción de gracias, los peregrinos entran en un proceso eminentemente personal.

Sin embargo, en ese mismo momento, toman conciencia de que no son, a pesar suyo, parte de una yuxtaposición de individuos, sino que experimentan una cierta cercanía con quienes les rodean.

Y ésta es una experiencia nueva para él, que no sólo no es estática, sino que le lleva a otros descubrimientos. Ahora se siente concernido por los demás e incluso solidario con ellos.

Y así, poco a poco, descubre que esta comunidad,

a la que ahora es consciente de pertenecer, es la Iglesia.

No una Iglesia que le asusta o a la que le gustaría atacar o denigrar, sino el santo y fiel Pueblo de Dios. La Iglesia que sirve, ama y cuida. La Iglesia cuyo primer miembro es María, la Madre de Jesús, la primera de los humildes, los pobres del Señor. María es la que está al lado de todos sus hijos, a los que atrae a la Gruta de Lourdes.

Así, en la roca de Massabielle, volviéndose hacia la Virgen Inmaculada, los peregrinos de Lourdes descubren la Iglesia. Y cuando salen de la Gruta, ven al Pueblo de Dios reflejado en el rostro puro de la Virgen Inmaculada.

Sin embargo, si la Gruta es la casa de María, es porque ella es el santuario de su Hijo Jesucristo, el Salvador del mundo. Es también allí donde plantó su cruz, como lo ha hecho en el corazón de cada bautizado. Es allí donde, por medio de María, no cesa de atraer hacia sí a la multitud humana (Jn 12,32).

 

Una experiencia eclesial muy concreta

 

La peregrinación-procesión es un camino de encuentros con Dios y con los demás con María y con Cristo

con la Iglesia y consigo mismo.

Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18, 20).


 

Por eso la presencia de un guía espiritual

nos hace avanzar mucho más en el conocimiento de la Iglesia

entre los que los sacerdotes ordenados ejercen su ministerio sacerdotal

para reunir a la familia de Dios, y así conducirla por el Hijo, en el Espíritu, hacia Dios Padre.

Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos,

bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado (Mt 28, 19-20).

Escuchar la Palabra de Dios

es un alimento para el alma, que fortalece y transforma a cada uno en un miembro vivo del cuerpo de Cristo: la Iglesia.

Las palabras que os he dicho son espíritu y vida (Jn 6, 63).

El camino emprendido en Lourdes es, pues, un camino de Revelación divina.

En la procesión-peregrinación, la respuesta a la Palabra de Dios que escuchamos

se expresa espontáneamente en la oración, que en Lourdes adopta múltiples formas, teniendo en cuenta la situación personal y cultural de cada uno,

antes de expresarse de manera única en la oración comunitaria.

 

Por eso, habitados interiormente por la Palabra de Dios,

la presencia de los demás suena como una llamada a realizar actos de caridad evangélica en su favor

es decir, a considerar cómo Dios actuaría con ellos.

Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis (Mt 25, 40).

Cuando empezamos a vivir así, descubrimos la realidad de la Eucaristía

que significa vida dada, entregada y ofrecida, y que a su vez se convierte en vida reconciliada

- incluso a través de la celebración del sacramento en la capilla de las confesiones -

con Dios, con los demás, consigo mismo.

Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo:

«Tomad y comed: esto es mi cuerpo» (Mt 26, 26).

María, la sierva del Señor

 

Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia.

Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño

María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también

en aquellos que parecen imperceptibles.

Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo,

en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos

Le rogamos que con su oración maternal

nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible

el nacimiento de un mundo nuevo.

Papa Francisco

Exhortación apostólica

La alegría del Evangelio, 288

(Evangelii Gaudium

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