La gruta de Massabielle es una visita obligada para todos los visitantes que vienen al santuario de Lourdes, ya sean simples curiosos o creyentes. La visita a la gruta se hace en silencio, la mayoría de la gente toca la pared de la gruta con los dedos por respeto o para hacer una promesa o una oración. También se organizan procesiones para los peregrinos enfermos.
En efecto, esta gruta es la imagen del Dios invisible que nos da fuerza. «Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte» (Sal 18,3).
La Virgen María se instaló encima del rosal de la hornacina para decirnos que nos lleva al Señor, ella es la primera en el camino, pero a quien debemos seguir es a Cristo Señor.
La Gruta de Massabielle se encuentra en la parte baja de la ciudad de Lourdes, dominada por el castillo. El sol nunca penetra en esta roca negra. La gruta de Massabielle tiene 3,80 metros de altura, 9,50 metros de profundidad y 9,85 metros de ancho. Se trata de una grieta en una pared de roca de 27 metros de altura. La pared es lisa y húmeda en algunas partes. La gruta es, pues, una simple cavidad de piedra caliza. Aparte de la parte visible del pórtico (donde está instalado el altar) y de la hornacina (donde está instalada la imagen de la Virgen), la cavidad tiene una extensión kárstica de unos diez metros, lo que la convierte en una «verdadera gruta kárstica» y no en un simple refugio de roca como se describe habitualmente.
Desde la novena aparición, el 25 de febrero de 1858, un manantial fluye en la gruta. Este manantial fue acondicionado en 1974 y el agua fue canalizado hacia un depósito bajo las basílicas. Los peregrinos pueden beber esta agua a 10°C y también pueden recogerla en los grifos cuya ubicación se ha cambiado varias veces para mantener una atmósfera de silencio y recogimiento cerca de la Gruta. También pueden hacer el gesto del agua en las piscinas (construidas en 1882 y cuyo emplazamiento también ha cambiado para acoger mejor a los peregrinos enfermos) situadas más a la derecha del manantial, cuya explanada posee un gran toldo de inspiración naturalista que recubre la zona de las piscinas.
En 1861, el obispo de Tarbes, Mons. Bertrand-Sévère Laurence, compró la gruta al municipio.
La imagen de la Virgen esculpida por Joseph-Hugues Fabisch en mármol de Carrara, (se ve claramente su nombre en el pedestal), está situada en la parte superior derecha de la gruta, a una altura de 2 metros, en una cavidad secundaria de la roca, llamada la hornacina de las apariciones. Se inauguró el 4 de abril de 1864, durante la primera procesión organizada oficialmente por la Iglesia, que reunió a unas 20.000 personas, incluidos 200 sacerdotes.
La Gruta
Si se viene a Lourdes es para ir a la Gruta donde Bernardita vio a la Virgen María.
Este lugar es un lugar de oración, de confianza, de paz, de respeto, de unidad y de silencio que podemos disfrutar de diferentes maneras.
Meditar Delante de la Gruta o al otro lado del río Gave, los bancos nos permiten pasar un rato en silencio para poner todos nuestros pensamientos, sufrimientos, preocupaciones y también alegrías y agradecimientos.
Apoyarse en la Roca Espiritualmente, en la Biblia, la Roca simboliza la confianza que depositamos en Dios, la piedra sobre la que se construye la Iglesia, la palabra sólida en la que podemos apoyarnos. Si las condiciones sanitarias no nos permiten tocar la Roca en este momento, puede hacerlo en su interior a los pies de la Virgen María.
Rezar el Rosario Se reza el rosario todos los días a las 16.15 en español.
Asistir a la Misa Se celebra todos los días la misa en directo a las 10.00.
ALGUNAS ORACIONES PARA AYUDARLE
Señor Jesús, tú eres mi roca, mi refugio, mi ciudadela. Sobre ti quiero construir mi vida, mis proyectos, mi futuro. Dame la fuerza. Señor Jesús, te pido por los millones de peregrinos que han pulido la roca de Massabielle con sus manos. Dales fuerza y dulzura.
«El Señor es mi Roca, mi fortaleza y mi liberador, mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte». (Sal 18,3)
«Le prometo que es raro que pase un día sin pensar en usted, sobre todo cuando tengo la suerte de ir a la gruta, donde me gusta recordar a mis amigos a los pies de esta buena Madre».
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